El pasado 25 de Diciembre del corriente año, y luego de una vida entregada completamente a la actividad pastoral; nos dejo para siempre Monseñor Jorge Mayer, quien era Arzobispo Emerito de Bahia Blanca y tenia 95 años.
Monseñor Mayer fue quien en 1986 dio autorizacion para fundar el Santuario de Nuestra Señora de Fatima en Tornquist; fue el mismo quien, junto al por entonces parroco de la Parroquia Santa Rosa de Lima, Padre Hugo do Amaral y al Capellan de la Colectividad Portuguesa de Argentina, Padre Sergio Calza c/s; entronizaron la Imagen de la Virgen de Fatima en la Capilla de las Apariciones, dando asi, junto a la Comision Pastoral Portuguesa el punta pie inicial de la obra que hoy todos conocemos en Villa Serrana La Gruta.
Una de sus frases celebres para con los miembros de la Comision Pastoral Portuguesa, en ocasion de una reunion de trabajo en Bahia Blanca; y con la que siempre lo recordaremos, fue: "USTEDES, PARA EDIFICAR LA OBRA QUE PLANEAN PARA VENERAR A SU SANTA PATRONA, VAN A ATRAVESAR INFINIDAD DE PELEAS, POR DESACUERDO ENTRE LOS DIFERENTES COMPONENTES. PERO NO AFLOJEN, PORQUE DE ESAS PELEAS VAN A SURGIR LA BUENAS IDEAS PARA CONSTRUIR EL SANTUARIO DE FATIMA EN SIERRA DE LA VENTANA"
Jorge Mayer nació el 20 de diciembre de 1915 en San Miguel Arcángel (Buenos Aires), en el seno de una familia descendiente de alemanes del Volga. A los 13 años ingresó como seminarista en La Plata, más tarde se graduó de licenciado en Derecho Canónico en Roma y finalmente fue ordenado sacerdote en 1940.
Luego de ser obispo de Santa Rosa - La Pampa, el Papa lo ordenó arzobispo de Bahía Blanca. Y en 2006 lo nombraron arzobispo emérito.
El 23 de marzo de 1940, recibió las órdenes mayores, permaneciendo hasta 1942 en la Ciudad Eterna. A su regreso a nuestro país, se desempeñó como vicario cooperador en Coronel Pringles, hasta 1944, año en el que pasó a la Catedral Metropolitana de Nuestra Señora de la Merced, en Bahía Blanca, con el mismo cargo, hasta 1948. Fue varios años fiscal eclesiástico y administrador del entonces obispado de Bahía Blanca, funciones que alternó con el ejercicio de la cátedra de Religión en el Colegio Nacional, la dirección del Secretariado Catequístico Diocesano y en la edición del Boletín Eclesiástico.
Interesado por la Acción Católica (cuyo tradicional emblema agregó a su escudo, al ser nombrado obispo de Santa Rosa, La Pampa), fue designado asesor de los centros de la iglesia catedral y del Consejo Diocesano de los Jóvenes, al tiempo que se desempeñaba como capellán de la Casa de Admisión y Observación Femenina de Bahía Blanca y Aldea Romana.
El 13 de marzo de 1957, fue preconizado obispo de la capital pampeana por el Papa Pío XII, recibiendo la ordenación en dicha jerarquía de manos del entonces obispo de nuestra ciudad, monseñor Germiniano Esorto.
Tres lustros estuvo monseñor Mayer en La Pampa, desarrollando una notable labor pastoral, recorriendo dos veces al año todas las parroquias de aquella provincia.
También, en aquel lapso, participó de las cuatro sesiones del Concilio Vaticano Segundo en Roma, donde su voz serena y sus observaciones se escucharon con atención en el empinado cónclave de la jerarquía de la Iglesia. Al renunciar monseñor doctor Germiniano Esorto, a la sazón arzobispo de Bahía Blanca, por haber llegado al límite de edad, fue designado para reemplazarlo, en 1972, por el Sumo Pontífice.
Bahía Blanca y la vasta provincia eclesiástica bajo su jurisdicción supieron, poco a poco, de la enorme vocación religiosa del arzobispo, de su entrega a la fe, a la que edificó con una conmovedora sinceridad. Los años de su actividad pastoral fueron pródigos en hechos y en realizaciones que pusieron siempre de resalto el amor del pastor por su grey, su permanente instancia a salvaguardar los valores de la familia, de la comunidad, y un constante trajinar por ciudades y pueblos, con una sencillez y bonhomía que raramente podrán olvidar quienes tuvieron el privilegio de tratarlo y sentir su poderoso influjo espiritual.
Como presidente del Equipo de Misiones de la Conferencia Permanente del Episcopado Argentino, participó de varios congresos misionales en países latinoamericanos; entre ellos, México y Bolivia.
A lo largo de su titularidad, fueron varios los hitos que conmovieron, no sólo a la feligresía, sino a la ciudad y la zona. El más importante, la visita del Papa Juan Pablo II, en 1987, ocasión en la que concelebró con el Vicario de Cristo en una ceremonia inolvidable, en el altar erigido en las cercanías del Cristo del Camino, acontecimiento histórico y quizá irrepetible para Bahía Blanca.
Durante años, acarició la idea de erigir un monasterio que resultara un verdadero foco de irradiación religiosa y, paso a paso, con devoción, entrega y generosidad, logró su empeño; primero, con la llegada de las primeras hermanas Clarisas, que se asentaron en Puán, y, luego, con la bendición del edificio definitivo de las monjas de clausura, seguidoras de Santa Clara de Asís, en esa ciudad.
Al celebrar sus bodas de oro sacerdotales, en 1990, dijo: "Todo aquel que detente autoridad es para servir. Nuestra misión es colaborar para que el mundo sea mejor. Para crecer en la bondad, en la solidaridad y en la generosidad, para nuestro propio bien y el de todos".
En noviembre de 1990, elevó su renuncia al Papa Juan Pablo II, al cumplir 75 años de edad, de acuerdo con lo estipulado por el Derecho Canónico, sucediéndole monseñor Rómulo García.
Luego de ser obispo de Santa Rosa - La Pampa, el Papa lo ordenó arzobispo de Bahía Blanca. Y en 2006 lo nombraron arzobispo emérito.
El 23 de marzo de 1940, recibió las órdenes mayores, permaneciendo hasta 1942 en la Ciudad Eterna. A su regreso a nuestro país, se desempeñó como vicario cooperador en Coronel Pringles, hasta 1944, año en el que pasó a la Catedral Metropolitana de Nuestra Señora de la Merced, en Bahía Blanca, con el mismo cargo, hasta 1948. Fue varios años fiscal eclesiástico y administrador del entonces obispado de Bahía Blanca, funciones que alternó con el ejercicio de la cátedra de Religión en el Colegio Nacional, la dirección del Secretariado Catequístico Diocesano y en la edición del Boletín Eclesiástico.
Interesado por la Acción Católica (cuyo tradicional emblema agregó a su escudo, al ser nombrado obispo de Santa Rosa, La Pampa), fue designado asesor de los centros de la iglesia catedral y del Consejo Diocesano de los Jóvenes, al tiempo que se desempeñaba como capellán de la Casa de Admisión y Observación Femenina de Bahía Blanca y Aldea Romana.
El 13 de marzo de 1957, fue preconizado obispo de la capital pampeana por el Papa Pío XII, recibiendo la ordenación en dicha jerarquía de manos del entonces obispo de nuestra ciudad, monseñor Germiniano Esorto.
Tres lustros estuvo monseñor Mayer en La Pampa, desarrollando una notable labor pastoral, recorriendo dos veces al año todas las parroquias de aquella provincia.
También, en aquel lapso, participó de las cuatro sesiones del Concilio Vaticano Segundo en Roma, donde su voz serena y sus observaciones se escucharon con atención en el empinado cónclave de la jerarquía de la Iglesia. Al renunciar monseñor doctor Germiniano Esorto, a la sazón arzobispo de Bahía Blanca, por haber llegado al límite de edad, fue designado para reemplazarlo, en 1972, por el Sumo Pontífice.
Bahía Blanca y la vasta provincia eclesiástica bajo su jurisdicción supieron, poco a poco, de la enorme vocación religiosa del arzobispo, de su entrega a la fe, a la que edificó con una conmovedora sinceridad. Los años de su actividad pastoral fueron pródigos en hechos y en realizaciones que pusieron siempre de resalto el amor del pastor por su grey, su permanente instancia a salvaguardar los valores de la familia, de la comunidad, y un constante trajinar por ciudades y pueblos, con una sencillez y bonhomía que raramente podrán olvidar quienes tuvieron el privilegio de tratarlo y sentir su poderoso influjo espiritual.
Como presidente del Equipo de Misiones de la Conferencia Permanente del Episcopado Argentino, participó de varios congresos misionales en países latinoamericanos; entre ellos, México y Bolivia.
A lo largo de su titularidad, fueron varios los hitos que conmovieron, no sólo a la feligresía, sino a la ciudad y la zona. El más importante, la visita del Papa Juan Pablo II, en 1987, ocasión en la que concelebró con el Vicario de Cristo en una ceremonia inolvidable, en el altar erigido en las cercanías del Cristo del Camino, acontecimiento histórico y quizá irrepetible para Bahía Blanca.
Durante años, acarició la idea de erigir un monasterio que resultara un verdadero foco de irradiación religiosa y, paso a paso, con devoción, entrega y generosidad, logró su empeño; primero, con la llegada de las primeras hermanas Clarisas, que se asentaron en Puán, y, luego, con la bendición del edificio definitivo de las monjas de clausura, seguidoras de Santa Clara de Asís, en esa ciudad.
Al celebrar sus bodas de oro sacerdotales, en 1990, dijo: "Todo aquel que detente autoridad es para servir. Nuestra misión es colaborar para que el mundo sea mejor. Para crecer en la bondad, en la solidaridad y en la generosidad, para nuestro propio bien y el de todos".
En noviembre de 1990, elevó su renuncia al Papa Juan Pablo II, al cumplir 75 años de edad, de acuerdo con lo estipulado por el Derecho Canónico, sucediéndole monseñor Rómulo García.
ULTIMA VISITA DE MONSEÑOR MAYER AL SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DE FATIMA EN TORNQUIST; CON MOTIVO DE LA PEREGRINACION ANUAL DEL AÑO 2007; ACOMPAÑANDO A MONSEÑOR PEDRO LAXAUGUE, ARZOBISPO AUXILIAR DE BAHIA BLANCA
MONSEÑOR MAYER RECIBE COMO ARZOBISPO DE BAHIA BLANCA A SU SANTIDAD JUAN PABLO II, CON MOTIVO DE SU VISITA A LA CIUDAD BONAERENSE DURANTE SU VISITA APOSTOLICA DEL AÑO 1987
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